Septiembre, 2021
Cuando me pongo a rebobinar para recordar la historia de AUTOhebdo, inevitablemente me voy más atrás para recordar la mía, e irremediablemente me surge una duda casi existencial: ¿cuándo empezó mi pasión por la competición? ¿De dónde me vino la necesidad de frenar muy tarde y acelerar lo antes posible? Imposible encontrar una fecha, una razón, y solo me queda suponer que, como en tantos otros casos personales, aquello estaba allí de siempre metido en algún gen raro con ganas y necesidad de vivir emociones fuertes.
El caso es que ese gen estaba allí y en mi caso al principio tomó la forma de un flamante Seat 850 Coupé, allá por 1969. Fue entonces cuando Ferriños, un preparador vigués, me dijo un buen día: “Trae el coche para aquí, que le rectifico la culata y le pongo unos escapes y ya verás cómo va a tirar eso”. Dicho y hecho. Y así empecé a correr.
Poco después, “prosperé” hacia los Seat 124, primero 1430 y más tarde 1600, y con la furgoneta 2CV del reparto de la panadería por muleto. Aquello iba más tiempo en dos ruedas que sobre las cuatro. Y así anduve hasta que apareció “Lalao” Reverter y me ofreció un BMW 2002 Tii para correr un Costa del Sol en diciembre. Y después para correr algunos rallyes más. Y luego para hacer el campeonato completo con un BMW Grupo 5 y con el Ford Escort. Fueron años de ir muy deprisa y de “casi” conseguir dos Campeonatos de España que no cuajaron de manera absolutamente imprevisible. De hecho, recuerdo haber corrido los últimos rallyes de la temporada con una ristra de ajos en el salpicadero para ahuyentar las meigas… algo que lamentablemente no funcionó. La verdad es que a Reverter le debo tanto… a su apoyo incondicional… a su visión… a su proyecto revolucionario del Alpinche (un Alpine con mecánica Porsche)… a tantas cosas impensables hoy en día. Su figura es irrepetible.
En aquellos tiempos, casi sin saberlo, ya echábamos mucho de menos una publicación como la que luego fue AUTOhebdo, que prestara cuidada atención a los grandes, pero también al deporte de base, a los privados y amateurs, a las fórmulas de promoción y al automovilismo regional. No la había entonces y, aunque estábamos bien cubiertos por los títulos tradicionales, había que inventar una publicación como esa. La necesitábamos mucho.
Afortunadamente, a mediados de 1984, Luis Ramón Criado y un grupo de excelentes profesionales no solo la inventaron, sino que nos la fueron poniendo en el kiosco semana a semana para alegría y disfrute de pilotos, copilotos, marcas, sponsors y aficionados. Allí cabía todo, o casi todo, lo que ocurría en el mundo del motor, y como ellos mismos decían en una sección: “se non è vero, è ben trovato”. Y no fue casualidad que su gran empuje coincidiera con las que personalmente creo que han sido de las mejores épocas del automovilismo deportivo en España en muchos sentidos.
Su esplendor editorial también coincidió con mis épocas del Porsche Rothmans y del Opel Manta Grupo B (luego Kadett Grupo A), pero, igual que mi necesidad de renovación y mi dedicación profesional a otras áreas del automóvil pusieron límite a mi carrera deportiva, pienso que en gran medida los giros del progreso tecnológico y los cambios de panorama y paradigma editorial pusieron límite a la gran trayectoria de la revista, lo que sin duda fue una pérdida importante para todos, emocional y funcional.
La buena noticia es que ahora la cabecera ha reaparecido, y lo ha hecho de la mano de Juanma Fernández Pellón, Rafa J. Cid y otros buenos profesionales que, como no podía ser de otra manera, son grandes conocedores y grandes amantes del automóvil y su deporte. Aunque yo ahora les pediría una pequeña sección dedicada al arte (ja, ja, ja).
Sea como sea… ¡Larga vida a AUTOhebdo!
Nº 1763 (Septiembre, 2021)
Beny Fernández
*Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan necesariamente la línea editorial de la revista.
