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El Mundial de Fórmula 1 regresa a China después de cinco temporadas

El británico, que en aquel entonces competía dentro del equipo McLaren, cometió un error en la entrada al pit-lane del circuito de Shangái cuando rodaba en una posición que le hubiese reportado los puntos que necesitaba para proclamarse campeón.

El Gran Premio de China regresa este fin de semana después de cinco años apartado del Mundial de Fórmula 1. Los mejores pilotos del globo vuelven a un escenario del que Lewis Hamilton guarda un recuerdo funesto. El británico acumula seis victorias en el Circuito Internacional de Shangái, pero, antes de saborear las mieles del triunfo en el trazado asiático, le tocó digerir una de las mayores decepciones de su dilatada trayectoria en la máxima disciplina del automovilismo. Allá por la temporada 2007, la de su debut en la categoría reina, vivió un domingo aciago. Cuando parecía que zanjaría la batalla por el título a su favor, cometió un error que terminaría costándole el campeonato por un punto.

El de Stevenage sorprendió a propios y extraños con su rendiemiento en su campaña como rookie. Enrolado en las filas del equipo McLaren, anunció su candidatura al entorchado con un arranque de curso en el que encadenó nueve podios. Nadie esperaba que su adaptación al Gran Circo fuese tan inmediata. Venía de conquistar la corona de GP2 con la estructura ART Grand Prix y el ascenso a la primera división de la competición lo copió con una naturalidad asombrosa. Pero no todo eran maravillas con las prestaciones del deportista inglés. Su escudería andaba inmersa en el escándolo del Spygate. Y no solo eso. El paso de las carreras y la igualdad reinante hicieron que se enturbiase su relación con Fernando Alonso.

Mientras las investigaciones por el caso de espionaje de McLaren a Ferrari seguían su curso, las polémicas internas en la escudería de Woking tendían a crecer. El ambiente de tensión que se respiraba en una formación que acabaría siendo descalificada del campeonato de Constructores afectó tanto a Hamilton como a Alonso, aunque ello no les privaba de liderar la clasificación de Pilotos en su batalla por el trono mundial. A pesar de que la amenaza de Ferrari y Kimi Räikkönen ganaba cada vez más fuerza, Lewis llegaba a China con la posibilidad de proclamarse campeón a falta de disputarse el Gran Premio de Brasil. Debía acabar en los puestos de podio y por delante del asturiano, al que aventajaba en doce puntos.

En la sesión de clasificación, Hamilton arrebató la pole position a un Räikkönen que había dominado las tres tandas de entrenamientos libres y los segmentos de Q1 y Q2 de la qualy. En la jornada del domingo, en el día de la verdad, la inestabilidad meteorológica añadió más picante todavía a la carrera. La impresión en el paddock era la de estar en una sauna. Mucha humedad y una alta sensación térmica, pero con chaparrones intermitentes que humedecían la pista. Así, todos apostaron por calzar sus monoplazas con el compuesto intermedio. En la salida, Lewis mantuvo su puesto por delante del finlandés de la Scuderia. Ni una décima perdió con su pronta reacción al semáforo y la efectiva tracción del MP4-22.

En el primer stint, Lewis careció de oposición. Alonso, su adversario directo, peleaba por la tercera plaza contra el otro Ferrari, el dirigido por Felipe Massa. Detrás del brasileño, el por aquel entoces vigente campeón se alejaba en demasía de su compañero, que avanzaba con paso muy firme. Kimi tampoco podía contenerle. El alto ritmo del británico disparó su colchón por encima de los siete segundos, renta con la que realizó el primero de los dos pasos por el pit-lane que habían previsto sus ingenieros. Cargó el depósito de combustible y retornó al circuito con los mismos intermedios con los que había tomado la partida. Las previsiones alertaban de que la lluvia volvería a hacer acto de presencia y no querían arriesgar.

Räikkönen estiró la longitud de su stint y, tras respostar, reingresó en la segunda posición, pero más cerca de Hamilton. El margen de Lewis había decrecido. Casi a la mitad. Pero se aplicó a la causa y no permitió al nórdico acortar más la brecha. El asfalto se iba secando y el contador acercaba a los equipos al ecuador del Gran Premio. Los pilotos de la zona media ya empezaban a cambiar las ruedas intermedias por las de seco, pero ni los McLaren ni los Ferrari se atrevían a ello. Los radares avisaban de un nuevo chaparrón... que nunca llegó. Y esa espera por las precipitaciones tuvo un impacto negativo en la carrera de ese imberbe piloto inglés que contemplaba muy de cerca la materialización del sueño de su vida.

De repente, Räikkonen estaba a rebufo de Hamilton. Lewis sufría pesadillas con el inexistente agarre de unos neumáticos que pedían a gritos la sustitución. En uno de esos momentos en los que se las ingeniaba para controlar los trallazos de su McLaren, Kimi aprovechó y le birló el liderato. El título, con Alonso tercero, aún hubiese ido a sus vitrinas. Con el neumático trasero derecho deshilachado, el joven pupilo de Ron Dennis fue llamado al box. Y, en la entrada a este, fue sorprendido por el escaso grip disponible. El tren trasero de su bólido le dio el enésimo latigazo. El que le traería las peores consecuencias. Se fue a la puzolana de la escapatoria, quedó atascado y allí acabaría sepultando sus opciones a a la corona.