AutoHebdoSport
0
Los entrenamientos eran absolutamente libres en esa época, y cualquiera daba en torno a 10 pasadas por cada tramo

Cuando a primeros de marzo del 88 Pedro Diego y yo pasamos juntos por primera vez por Despeñaperros, jamás pensé encontrarme con una ciudad y una ciudadanía tan abiertas y simpáticas como la antigua capital de Al-Andalus. El olor a aceite de los lagares cercanos a la N-IV avisaba de lo cercano de Córdoba.

Nos disponíamos a correr nuestro primer rallye del Campeonato de España, dejando descaradamente apartado el segundo curso en la universidad. El motivo se ha demostrado con el tiempo que merecía la pena. Era domingo 6 de marzo y habíamos quedado en plena carretera con nuestros amigos Jesús Sáiz y su copiloto, Javier Robledano. Ellos eran los aspirantes principales a ganar el Desafío Peugeot de aquel año. Jesús y Javier usaban un sistema de notas adelantado a su tiempo, tremendamente efectivas y descriptivas, aquellas pensadas para salir a los rallyes con muy pocas pasadas de entrenamiento.

Con Javier cantando sus notas, y Pedro y yo en el asiento trasero del Fiesta de alquiler, hicimos una pasada por los tramos de Cardeña y Villanueva de Córdoba. Estaban terminando sus entrenamientos y esa misma tarde volvían a Madrid a retomar sus actividades profesionales. Habían entrenado dos fines de semana, el anterior y ese, que era el último. Entre semana solo entrenaban los pilotos oficiales y algunos privilegiados como nosotros. Jesús y Javier tuvieron el detalle de prestarnos sus notas para que, partiendo de esa base, elaborásemos las nuestras. Entrenaríamos el primer día con las suyas para captar ideas, y a partir del martes escribiríamos las nuestras: algo impensable hoy.

Para los muy recién llegados a este mundo, aclarar que los entrenamientos eran absolutamente libres en esa época, y cualquiera daba en torno a 10 pasadas por cada tramo. Los que daban menos, y muy especialmente los que no llegaban a las cinco veces, eran considerados unos auténticos “bichos raros”, y normalmente eran pilotos que actuaban así por problemas de trabajo o presupuesto. Por otra parte, se podía entrenar con coches iguales a los de correr, los muletos, que, reitero, eran similares, normalmente vehículos con varias carreras encima, aunque su caro uso solo era soportado por los equipos oficiales y unos pocos privados.

Debido a esos despliegues, todos los equipos enviaban una furgoneta con un mecánico para asistir a sus pilotos, aunque echaban una mano a todo el mundo. Así conocí al bueno de “Josito” Núñez, uno de los mecánicos de carreras más experimentados de España, entonces en Ford. Nosotros entrenamos con el propio Peugeot 309 de correr, al que dimos un pequeño revolcón en Trassierra.

Hay varias anécdotas curiosas. Hubo dos noches que nos quedamos sin cenar, pues, por los inhóspitos tramos, en cuanto caía la tarde cerraban las escasas ventas existentes. Otro día, al terminar de entrenar el tramo de Obejo, paramos a hacer pis, ya de noche; de camino a Córdoba nos seguía un coche a toda velocidad, haciéndonos luces. Nos detuvimos y era el bueno de José Piñón con su “copi”, Prats. El “gilipollas” de Del Barrio había dejado las notas en el techo del 309, y en el suelo se las encontró Pepe, quien menos mal que estaba allí. Aún me pongo colorado cada vez que lo pienso. Otra cosa que recuerdo es lo sucios que estaban dos tramos por culpa de las obras del AVE, cuatro años antes de inaugurarse. Pasaban camiones grandísimos de un lado para otro en la zona de Montoro, desalojando la tierra de las tuneladoras.

Me llamaba la atención lo distinto que era el paisaje del oeste de la capital del Barrio de la Judería, muy especialmente el bonito tramo de Villaviciosa, de aspecto norteño, que junto a los 22 kilómetros del lejano Cardeña era, creo, el más selectivo.

El rallye lo terminamos, que era el objetivo. El domingo por la tarde, volviendo por Valdepeñas nos adelantaron Borja Moratal y su “copi”, Alfredo Rodríguez “Rodri”, pilotos oficiales de Peugeot; hicieron una seña de parar y nos invitaron a una Coca-Cola. Se interesaron por nosotros, unos debutantes, y ese bonito detalle, en mi primer rallye del campeonato, me ha servido siendo “copi” oficial para intentar prestar atención a la gente que empieza, sobre todo los humildes y con buen rollo. Nadie nace “oficial”. Todos venimos de los bocatas y las fondas, con baño al final del pasillo y parking de camiones bajo la ventana. Así muchos años.

Ganaron Sainz y Moya. Estaban de moda Mario Conde, “La Quinta del Buitre”, Bananarama y “El Pirri”, que seguía cabalgando entre “El Pirulí” de TVE y Vicálvaro. En España casi nadie tenía móvil, pues los pocos que había pesaban kilos y funcionaban solo en ciudades. De los euros, ni rastro; mientras, Hombres G arrasaban por cuarto año consecutivo. Era marzo, marzo de 1988.

Columna extractada de la publicada en TODO RALLYES nº 47, julio de 2004.

Nº 1782 (Abril, 2023)